Fue el sábado
noche, pero todavía nos martillea por dentro vibraciones, motivos, pasajes y tiempos
de Campanilleros (M. Rojas); Nocturno póstumo (Chopin);
A lla turca (Mozart); Reflejos en el aire
en la isla de Saltés; Improvisaciones sobre el río Tinto; Alborada en el Rocío;
Danza del alma: el movimiento del mundo; Picasso: músico y palomas; Manuel de
Falla: de no ser por París; Cobos Wilkins: los jardines concéntricos; Federico
García Lorca: paisaje andaluz de gritos y silencio; y Gitano (de Rafael Prado las
nueve composiciones finales), todas ellas aunadas bajo el título “Metamorfosis”,
y para que la música, mientras por derecho reclama su categoría de verdadero
lenguaje universal, demuestre nuevamente que es la mejor compañera del
espíritu: “quien escucha música percibe que su soledad, de repente, se puebla “
(R. Browning).
Casi
lleno en el Gran Teatro de Huelva, sentimientos en estado puro y acompasados
aplausos de los espectadores tras cada interpretación del pianista nervense y su
grupo, según la gente de esta tierra intuye, toca y traduce con tanta facilidad
las voces de lo inexpresable. Modo,
además, de reconocer y valorar aquí la calidad y calidez del programa ofrecido,
la sintonía – o sinfonía- perfecta.
Claro
que, en el fondo- muy evidente-, “Metamorfosis” es un espectáculo que nunca
podría dejar indiferente a nadie, concierto hacia el disfrute del público desde
“la sensorialidad”, en el cual comunicación y comunión quedan garantizadas, mas
no solo por la actuación central de Rafael
Prado, y del elenco de artistas que le rodea (Jesús
Chaparro, actor; Aurora Gómez,
soprano; Rafael Prada, cantaor
flamenco; Jennifer Dorado, saxofón; Félix Gómez, contrabajo; Sherezade Jurado, flauta; Sabrina Jurado, clarinete; Alex Morgan, deejay y promotor; Moisés Losada y Ale Sierra, guitarristas; Miguel
Flores, percusión, y Rocío, Fernando, Belén y Gema, palmeros);
también por la original simbiosis escenario-estéticas- estilos musicales , de
singular efecto. En suma, lo uno en lo diverso de cualquier proceso de creación.
O como –rotundo siempre-, escribió Juan
Ramón Jiménez: “¡Qué deleite hallar en una obra bella que nos gusta y que
repetimos (poema, cuadro, música) la diferencia entre nuestra memoria y la
realidad”.