martes, 24 de julio de 2012

Tiempo de verano



            Con o sin bicicletas, los días del verano queman etapas cual si de ganar un Tour u otra competición de prestigio se tratase. Es cierto que nunca fue fácil asumir las exigencias que imponen las carreras ciclistas famosas, tantas dificultades de las que pudiéramos hacer descripción en las travesías de las cordilleras y llanos de turno. Pero nadie podrá discutirnos que la actual, con recorrido por la Eurozona (color marrón para distinguir al líder), lleva camino de convertirse en la más difícil y dura de la historia. Motivos hay al margen de lo deportivo: opulencia, opresión, juego sucio, chinchetas sobre el asfalto, accidentes provocados y capaces de retirar a quien sea no solamente de la lid, sino del mundo (a no levantar demasiado la vista si se desea alguna comprobación). Los días del verano son, sin embargo, generosos. E inteligentes. De ahí que, salvo de los peligros o “pájaras” que derivan de las exposiciones prolongadas bajo decretos y boletines, las mejores advertencias que los citados ofrecen guardan relación con las energías y confianza propias. O con la idea de no dar tampoco cancha al olvido de nosotros mismos.
            A concedernos, pues, la importancia debida, que es razón también, según la condición humana necesita. Y, por supuesto, entera, sin recortes. La dignidad, así, el más completo avituallamiento. Con ella, los rigores del suelo y el cielo se observan y superan de manera distinta: campos labrados a derecha e izquierda de la memoria,  playas en las que jamás la música se apaga, alta montaña donde aquel sermón  contra el egoísmo sonó fuerte.
            Acaso convenga ahora recordar todo esto. En tiempo de verano, a tiempo de control. Y tirar, sin dilaciones, del pelotón, neutralizar escapadas fraudulentas.”El último en llegar fue el primero/ que iluminó el umbral de la puerta estrecha”, dice el poema. A no dudarlo, dorsal aún oculto por prudencia. Porque, con un buen equipo, podría ser cualquiera. A tener en cuenta que la meta no es “la Bolsa o la vida”. Hay  alternativas, otros valores cotizables.

martes, 17 de julio de 2012

Carta de Juan Ramón Jiménez a Francisco Garfias


Es la actual Pieza del Mes, según la Fundación Juan Ramón Jiménez distingue  para el período indicado, una muestra (expuesta en su Casa Museo), de o relacionada con el conjunto de sus fondos. En esta ocasión, el documento de referencia, perteneciente al legado del también poeta moguereño, Francisco Garfias,  cedido a su pueblo.
            Aparte la delicada belleza del texto, dice igualmente mucho la misiva seleccionada acerca de su emisor. Porque es instantánea, sencilla y profunda. Y desde otra mirada, sintética, la mejor opción para acceder a lo universal, conforme creía el propio Juan Ramón. Conocido es, además, el especial tratamiento que el escritor  dispensaba a sus cartas, las cuales fueron incluidas por él en aquel magno proyecto de edición completa final de su Obra en 21 volúmenes (siete de verso; siete de prosa; siete de contenido diverso, como complementos).
            A destacar asimismo la figura del receptor, Francisco Garfias, biógrafo, prologuista, compilador  y editor del anterior, “trabajo gustoso” siempre, pero a la vez largo en el tiempo, una vida casi, a partir de la primera lectura de  “Segunda Antología” de Juan Ramón: “Súbitamente –comenta Garfias- se me abrió un mundo insospechado, maravilloso, tremendo…”.El mencionado libro había llegado a sus manos, en préstamo, desde las de Eustaquio, hermano del Nobel.
            Y de uno a otro autor, el mensaje, la carta. (Washington, 16 diciembre,  45).La citada es acuse de recibo del poemario “Caminos interiores”, de Garfias. Y agradecimiento de J.R.J. por las páginas que su paisano le dedicara en Fuentepiña, un año antes. La calidad honrada, (“de personas, de cosas, de pensamiento, y de voluntad”), impregna cada palabra, línea. Y Moguer: “lejos de España, todo es para mí como un Moguer grande, dominador, y quisiera tener moguereños a mi lado”. Deseos cumplidos, cumpliéndose. Y en  reino que, por voz de Garfias,  ya era de Juan Ramón y que, ahora, ambos comparten. “Si la calidad lo fundamenta todo, todo será bueno y hermoso”

martes, 10 de julio de 2012

Cinema Paradiso


Fue reposición cinematográfica, hace pocos días, en la televisión nacional, dentro del programa “Clásicos de la 1”. Un acierto, una gozada este drama romántico, exquisita declaración de amor al cine de principio a fin, con la dulce nostalgia que también aporta Cinema Paradiso (Giuseppe Tornatore, 1988), y porque, con seguridad, ante la realidad del séptimo arte la mirada humana no tuvo (tiene), otra alternativa más gustosa que la de entregarse sin reservas a tan extraordinario espectáculo.
            Las posibilidades del cine para tocar conciencias y sentimientos (individuales y colectivos) acaso explican  lo anterior. Evidente es, asimismo, que a ello  debiera el cine su rápido reconocimiento popular. Y popular, como dice  Francisco Ayala, con todas las consecuencias: “los pueblos de la Tierra, en competencia de entusiasmos, se han apresurado a recibir sobre sus cabezas el agua del cinema: el gallo, plano y negro, ha cantado desde su veleta un alba unánime; el león ha sacudido con su bostezo caliente un bosque de nervios; el globo terráqueo ha girado con suavidad desde su eje, y el destino de Diana registra cada día un viento internacional…Dentro de este zodíaco de marcas, el cine va cuajando un espíritu nuevo, universal, solidario.”
            Lástima que la vida actual haya impuesto al propio cine un ambiente tan distinto. Y distante. Que Huelva, ejemplo cercano, lejos de su pronta familiarización con aquel recién llegado (Mañana miércoles se verificará la inauguración del cinematógrafo perfeccionado Yoli, primero en su clase en España, instalado en el Teatro Colón... Será a las ocho. Diario “La Provincia”, 22 de diciembre de 1896), ofrezca hoy una reducida cartelera, ajena a importantes títulos del momento. Mención aparte exigen las salas onubenses de antaño: Mora, Gran Teatro, Rábida, Odiel, Palacio del Cine, Oriente, Emperador, Apolo, Fantasio, Cinema Colón, San Francisco, Ideal Cinema, Teatro Cómico, Las Palmeras, España, Cinema Park, Cine Republicano... Y los “Cinema Paradiso” de cada localidad. En la mía, Bonares, el proyeccionista “Alfredo” de turno se llamaba Moreno...¡Claro recuerdo, película sin corte!

martes, 3 de julio de 2012

Tras la Eurocopa


Es un dicho popular  asociado al deporte que representa: el fútbol es un juego en el que compiten once contra once y siempre gana Alemania. Aunque en la reciente Eurocopa ya hemos visto que no fue así, resultado final a favor –qué bien-, de España, en triunfo merecido sobre “la azzurra”, contado - ¡felicidades, campeones!-, a grandes titulares y bajo las cabeceras periodísticas del mundo, incluidas las de la propia Alemania, país al que se le esfumó la gloria que creía para sí, tras aquella derrota frente a Italia, dioses de Grecia y Roma conjurados contra los teutones desde nadie sabe cuándo, y no únicamente por el pecado de olvidar acaso la justa y necesaria admiración por los ideales clásicos, sino por esa terca voluntad de colocar sus exigencias materiales por encima de tantos siglos de influencia grecorromana, los cuales pusieron, entre otras cosas, las bases de la civilización europea y occidental en la que la misma Alemania se mira. Deberán saber, pues, Merkel y los mercados que no solo de pan vive el hombre. Como tampoco de fútbol, evidentemente (entren aquí  los demás competidores). Pero es cierto que, en el fondo, la vida es también un juego cuyas reglas están fundadas en palabras, viejas y nuevas, que tienen sus mejores intérpretes en aquellas personas y pueblos que aprendieron a escucharlas. En tal sentido, la lectura reflexiva ante la superficial y el diálogo sobre el monólogo nos parecerán estrategias oportunas y pertinentes. Para ganar, claro, mas nunca desde la actitud avasalladora; al contrario: a partir de la humildad y el respeto debidos, es decir, con elegancia. Lo que procede y da verdadero poder, galones de mando. Esto, expresado todavía al inicio de un siglo al que hace doce años dimos la bienvenida con humana ilusión, esa desaparecida que ahora, gracias al fútbol, reapareció con indumentaria de la selección española. Algo que es mucho, por supuesto. Fuera y dentro del terreno deportivo, continúa, sin embargo, la preocupación por aquella distinta y citada competición. Su desarrollo en campos (no bancos), donde quepan y puedan participar todos. Donde la honradez imponga su técnica y la credulidad abra el camino del gol. Donde la expectación…¡Vamos a ganar!