Cada mañana del verano, enfundado
en un chándal, sobre bicicleta y con ajustada mochila a la espalda (la carga suave
que, en junio, le impuso el curso escolar), acude a la cita diaria de las
clases. A estas alturas, además, de la temporada, en la que puede contar con
los dedos de la mano las fechas que restan para llegar a septiembre, a las
aulas, a los exámenes, el pedaleo (interior y exterior) le exige un ritmo
distinto, la meta ya dispuesta en el instituto, espacio que, ciertamente, nunca
fue un jardín de las delicias para él
ni para la mayoría de los estudiantes, si bien en el mismo, aquí, ahora, y con
conciencia del paso implacable de la edad, está, en principio, el deseado
trofeo, la ganancia del tiempo perdido, recuperable siempre (como las
matemáticas, por ejemplo), gracias a ese esfuerzo que la experiencia humana
impone a quienes, en cada etapa personal, hicieron reserva de una vida que, en
verdad, merece la pena, colmada de
sueños y realidades, de esperanza.
Desde
otra mirada, Alejandro Vivas Cano, invitado hoy a este lugar de observación, es,
por herencia, un buen amante de los deportes, sobre todo del fútbol, cuyas
evoluciones (el Recre entre sus “clásicos”), sigue de forma
continuada tanto en la práctica como en la letra impresa. Sabe él, sin embargo,
que no solo de golpear un balón con mayor o menor fuerza y técnica, o de
permanecer “al loro” de la información deportiva se nutre el aficionado, el
hombre en general. De ahí que sus intereses se extiendan también a parcelas
diferentes; la historia, la geografía…Páginas y más páginas de la cultura
cercana, la occidental, incorporadas tempranamente a su curiosidad, y que
contribuyeron de modo decisivo al enriquecimiento de sus registros expresivos
(muy altos), de su fluidez mental y a la sólida percepción del mundo que -libros
de la mochila aparte- ha ido, poco a poco, adquiriendo. En tal sentido,
sobresaliente. O referente (cuando se asiente la natural revolución de sus
años) para sí y los compañeros de competición. Con la liga del siglo XXI en pleno
desarrollo y arbitrajes mediocres en cualquier sitio, es imprescindible que
Alejandro ponga en juego las muchas capacidades que atesora. Va en ello que los
campos no se vean vacíos. Tampoco la palabra.