martes, 30 de octubre de 2012

Niebla, al primer sol



Y también al último, cuando el dorado de su pasado, que constituye la gran parte de su peso, invita a contemplarla no como ruina lírica, sino en lo que sus nombres (Ilípula, Ilipla, Elepla, Lebla, Niebla, desde la cultura tartésica a la castellana), dejan traducir de viejos y nuevos sueños en permanente proyección, igual que la vida  Porque es verdad que después de los siglos allí concentrados, y aunque en la otra margen de nuestra mirada el paso del tiempo haya silueteado la forma y el fondo de un abismo, al no haber existido nunca el olvido tampoco hay separación, distancia que pudiera impedir que Niebla se sitúe  ante nosotros como una fascinante realidad.
            Con horizonte, pues, cercano se encamina el presente texto hacia los lienzos amurallados de aquella ciudad, y ahora, en momentos oportunos, vísperas de días grandes, Todos los Santos y los que no lo son adentro y afuera del citado recinto para celebrar la Feria, considerada entre las más antiguas de esta provincia,  de Andalucía, de España.
            De niño, este observador, a cuesta ya con los primeros fríos, pero en el calor familiar, siempre acudía a la Feria de Niebla, toque de llamada a la Campiña de Huelva, acaso realizado por algún moacín, arriba del alminar de la mezquita (reconvertida con posterioridad en la iglesia gótico-mudéjar de Ntra. Sra. de la Granada), cuyo mensaje “iba a misa”. No era de recibo, por eso, distraerse. O de cometer el pecado mortal de no pisar el real, entre tanto ganado caballar, mular y asnal indiferente y con poco o mucho interés por las circunstancias de cada trato. Se agradecía además, aparte la claridad del cielo, que dicha visita inicial se resolviese en plazo breve, porque siendo noviembre un mes proclive a apagar las luces muy pronto, era asimismo necesario ritual entrar en la ciudad, traspasar las puertas de su historia, indagar, si fuera posible, en el sentido de cuantas experiencias en Niebla tuvieron lugar y en menesterosa búsqueda hacia adelante. “Los frutos –dice el poema- se completan encendiendo /el gusto y las manos que los solicitan”. Bien lo aprendieron en Niebla, donde la edad, lejos de despojar, acumuló tesoros.

martes, 23 de octubre de 2012

En hora cambiada



Por no enloquecer, o porque la vida pudiera apagársele (¡ay, los latidos del corazón!), solicitaba Roberto Cantoral que El Reloj, título también de su afamado bolero, detuviese su camino. Pero eso era antes, cuando a la música y al propio tic-tac de la máquina en cuestión únicamente se les exigía una melodía cálida, agradable, fondo de ambiente adecuado que acompañara en cada momento. Ahora no, reglas actuales de un juego basado de modo exclusivo en la economía, por las cuales el mismo reloj, tan pronto octubre anuncie su adiós, va a tener que jurar o prometer cumplir de nuevo las obligaciones de su cargo, manecillas adelante o atrás ajustadas al ritmo que conviene, según dicen los expertos.
            Pero el mundo, en general, interpreta la sucesión de los días de manera muy distinta. Y distante de aquella observación científica relacionada con el ahorro de energía. Veamos: en cierta ocasión preguntaron a una persona ruda de estos lares por qué el mar, con frecuencia calculada bajaba y subía. La respuesta, rápida y contundente, no se hizo esperar: <porque no tiene más cajones> (donde la vocal a, léase la que mejor proceda). Y sin más, porque no era contexto que admitiera explicaciones,
            Poco parecido a lo que la gente, hoy, diera en responder si fuese interrogada, por ejemplo, sobre las oscilaciones de la prima de riesgo, y -esto sí-, frente a la naturalidad del anterior, con segura, tensa  y triste cara de circunstancia, derivada de una difícil situación financiera particular. Lo del próximo cambio horario, por tanto, se queda en preocupación menor. Mayor diligencia habría, pues, al contestar acerca de los vaivenes vinculados con la citada prima, entre los que –archiconocidos- caben las desmesuras de la banca, de muchas administraciones públicas y privadas, y las injustas desigualdades que distinguen y señalan: hombre rico- hombre pobre de ninguna serie de televisión Y en hora cambiada siempre. O paso. Quizás,  las dos cosas a un tiempo. En definitiva, crisis, lío. Nada, por supuesto, que achacar al amor o a los relojes. Los de palacio y los de casa.

martes, 16 de octubre de 2012

Pablo García Baena



Que octubre sea pebetero de importantes premios literarios nadie lo pone en duda, del Nobel sobre todo -este año, concedido al creador chino Mo Yan-, cuyo relumbrón ilumina al mundo. Lógico, propio, normal. Y así por los siglos de los siglos, con nómina que incluye a cinco escritores españoles: José de Echegaray (1904), Jacinto Benavente (1922), Juan Ramón Jiménez (1956), Vicente Aleixandre (1977) y Camilo José Cela (1988); aparte, Santiago Ramón y Cajal (1906) y Severo Ochoa  (1959), quienes igualmente alcanzaron dicho galardón, aunque en la rama de la medicina
            De ámbito internacional es asimismo el Federico García Lorca. Ciudad de  Granada, con los nombres de Ángel González, José Emilio Pacheco, Blanca Varela, Francisco Brines, Tomás Segovia, José Manuel Caballero Bonald, María Victoria Atencia y Fina García Marruz en su trayectoria, una prestigiosa relación a la que acaba de sumarse Pablo García Baena, distinguido en esta novena edición del mencionado certamen por el “lujo verbal” y la “perfecta adecuación de  la palabra y el sentimiento” en su obra.
            Poco o mucho más que decir del reconocimiento al poeta cordobés, una acertada decisión que nos alegra. Doblemente: ya por la gozosa realidad de sus libros (la lectura es única e imprescindible vía para el conocimiento de un autor), ya por la comunicación personal con aquél (otro lujo y perfecta adecuación), y con las motivaciones principales  del grupo “Cántico”, Juan Ramón, los amigos comunes, y la tierra compartida (Moguer). La publicación de Como el agua en la yedra. Antología esencial (Ed. Cuadernos Literarios La Placeta, número 4. Fundación El Monte, Huelva 1998), vino a significar también un nuevo punto de encuentro, una sencilla arquitectura que fue y es para poemas seleccionados de Rumor oculto, Mientras cantan los pájaros, Antiguo Muchacho, Junio, Óleo, Almoneda, Antes que el tiempo acabe y Fieles guirnaldas fugitivas. Brillante ramillete (en Pablo García Baena no cabría ofrecimiento distinto). Misión, invocación, poética: “Y que a mis versos caigan/ heridas las estrellas”. 
        

martes, 9 de octubre de 2012

Abuela Conchita (In Memoriam).



Asomada de nuevo a este porche de los días, no parece sino que, contra la moda de morir, hubiese apostado desde siempre por la eternidad. Lo que, sin duda, es un acierto, un logro, pero también un merecimiento, pues hay historias personales con tanto por decir que necesitan el tiempo entero La de Abuela Conchita (Concepción Amelia Francisca Garrote; La Habana, 4/10/1923), así parece justificarlo, según el amor  por su isla natal se vio ligado muy pronto a escenarios y episodios reconocidísimos,  relacionados de forma directa con el proceso de la Revolución Cubana, previos, protagonistas principales y  consecuencias incluidos.
            La síntesis y explicación de aquellos hechos, ya con una perspectiva temporal suficiente, acaso resulten fáciles. Y en medida ajustada a una gran capacidad de comprensión, incluso para la testigo de referencia, una joven acomodada, que siente cómo de la noche a la mañana (1/1/1959), el patrimonio familiar queda reducido a una simple cántara de leche (“la ración correspondiente a dicha jornada”, conforme le espetaron a su padre).
            Alguna rendija habrá, sin embargo, entre la soledad y el mundo, al alcance de cuantos deseen usarla, siquiera para comprobar una y otra vez que cada experiencia vital dispone de un ángulo propio, un plus ultra imposible de expropiar, en el cual continuar creciendo con todas las esperanzas (humanas y divinas), que para eso el mismo amor, junto al oficio natural de entregarse, aprendió igualmente a invertir en bonos de infinito para cuando fuese menester. De tal renta disfruta ahora Abuela Conchita, con belleza, porte y elegancia insuperables (“quien tuvo, retuvo”), más altura en cada cota de su personalidad que en cualquiera de las marcadas por las circunstancias que llegaron a envolverla.
            Y a mayor nivel, más pureza, lealtad de miras, transparencia, todo cuanto el río lleva, además del agua, al encuentro de sus afluentes: Roberto, Gustavo (+) y Víctor (hijos); Amalia (nuera); Víctor y Patricia (nietos).¿Qué otro mejor capital?

           

martes, 2 de octubre de 2012

Felipe Chaparro, músico




            Igual que en su proceso de formación musical eligiera inicialmente la trompa (Grado Profesional en Conservatorio de Huelva, 2010), hizo también suya la guitarra, con la cual bien pudo –puede- adentrarse en los caminos del blues, jazz, rock and roll, salsa, tango, o música clásica, porque cualidades y calidades no le faltan para destacar en cualquiera de dichos espacios. Prefirió, sin embargo, el flamenco. Y en dicho arte está, perfectamente asentado sobre una sólida base en la que son cartas de presentación los títulos (Magisterio en Educación Musical; Grado Profesional de Guitarra Flamenca. Conservatorio de Huelva, 2011; Estudios Superiores de Musicología y Guitarra Flamenca en Conservatorios de Sevilla y Córdoba, respectivamente) y un profesorado de  prestigio (Niño de Pura Manolo Franco…) del que recibe enseñanza. Ello, sin contar los trabajos habituales en Bonares, su pueblo, ya en Escuela de Música, ya en el coro parroquial, coordinados con aquellos otros de composición, dirección, arreglos y grabación. Un completo perfil, pues, según  se lee y mejor suena
            Y es que la fuente, esa que nace, “mana y corre/ aunque es de noche” en la inspiración poética de San Juan de la Cruz, es con seguridad la misma que nutre la vocación, técnica y  virtuosismo de Felipe Chaparro (25 años), artista de profundo caudal, cuyas aguas, por ley natural, habrán de llevarle muy lejos. Al tiempo. Y, además, en sus horas más fluidas y fecundas, las que con idénticas vibraciones viajaron con el instrumento de cuerda citado desde oriente a occidente para construir en Andalucía la belleza que el flamenco atesora  y ofrece; las que, en palabras de García Lorca, hicieron  de “la Bética una isla de cultura”; las que, finalmente, y para confirmar tal calado, desde el Poema del Cante Jondo (1921; ed. Ulises, 1931) del propio Federico, eternizaron el llanto de la guitarra (…”Es inútil callarla./ Es imposible callarla”.). Un hecho, un suceso, pero no frecuente. Y siempre gozoso Acaso el más deseable  entre lo soñado, imaginado sentido. Para el músico (Felipe Chaparro), y para su auditorio: “Empieza el llanto/ de la guitarra/…Es inútil callarla /es imposible callarla…”.