martes, 25 de septiembre de 2012

Huelva en otoño




            A curar las heridas del invierno. En verano, a esto va la gente a la playa, al campo. Justo, necesario, normal Posible también cuando la propia naturaleza mantiene abiertas con carácter permanente ofertas de todo tipo y al alcance de cualquier bolsillo. Lo que sucede, por ejemplo, en Huelva, una provincia en la que, sin solución de continuidad los espacios y tiempos se sobreponen a sí mismos para dar lo mejor que tienen, que es mucho. Ello, y aun sobre el enorme potencial que atesoran, no les excluye, sin embargo, del cansancio, del dolor o de la saturación a la que, con frecuencia, se ven sometidos en su relación con el hombre.
            En consecuencia, a sanar las heridas del verano claman ahora los referidos y pisados (pisoteados sin pudor las más de las ocasiones) lugares de aquí y de allá para los cuales, y porque la edad no resulta indiferente a nada ni a nadie, el cómputo de los años cuenta igualmente. El toque de llamada desde los citados es, según suena y se oye, clarísimo. Tanto como, en razón de un interés compartido, han de ser las respuestas de las personas y de las instituciones, pues tampoco la responsabilidad admite la categoría de exento. Los momentos, así, para las actuaciones de regeneración previstas (en el litoral las mayores incidencias), son los que son y además conviene aprovecharlos, que un año no únicamente pasa  rápido, sino que, además, en él ocurren muchas cosas.
            Con todo, hoy, a finales de septiembre y desde este repecho estacional recién abierto, una guía turística que se precie no debe dudar en orientar al visitante hacia la Sierra de Huelva, ya dispuesta en El otoño de las rosas (¡qué impecable aquel libro de Brines!), como en las esencias de sus aguas, piedras, misterio, colores...Tonos, notas, en definitiva, que la verdad o bondad  desprenden a poco que, sin resistencia alguna, solo con extender la mirada comencemos la lectura del poema  que allí de continuo se crea, recrea.  Lo uno en lo diverso, de C. Guillén. Lo real maravilloso, de A. Carpentier. O Eternidades, de Juan Ramón. Cotas de belleza  muy  altas. Siempre.       

martes, 18 de septiembre de 2012

Risoterapia en Mazagón




            La iniciativa (un Taller de Risoterapia), sus responsables (José Luis Gallardo Extojo, director; Alba Sanz Sabido, coordinadora), y Mazagón se dieron muy pronto el sí, tan grande como era y es la necesidad de cambiar tendencias, estados físicos y anímicos, titulares en el mundo próximo y lejano, el cual, sin que alguna vez fuera de risa, viene mostrando cara, desde hace cuatro años, de honda  y agobiante preocupación.   
            Las personas, sin embargo, aunque desnudas e indefensas frente al grito o el engaño (para dar y repartir hay de ambos en cualquier tiempo y circunstancia), están llamadas por naturaleza a sustentarse de sus vidas propias. Y vinculados a las mismas, también los espacios suelen reivindicar su ser y estar, es decir, la condición de generoso dominio ante ninguna ausencia; al contrario: para aquellos ojos capaces de ganar en expectación y credulidad sobre esa oferta que el paisaje propone, de manera especial  una playa como la citada, donde la luz jamás dio síntomas de cansancio, tristeza o rendición.
            Por todo ello, la risa, de efectos sanadores sobradamente reconocidos (dicen que un corazón alegre es como una buena medicina, pero que un espíritu deprimido seca los huesos), no podía sino unirse al contexto establecido y como protagonista principal, activadas de inmediato las más simpáticas emociones, posibilidades de estimulación y funciones favorables que la risa aporta contra las toxinas que osen interferir en la búsqueda de la felicidad. A propósito, una figura universalmente famosa como es Erasmo de Rótterdam ya apuntaba con criterio y verdadero sentido del humor que “reírse de todo es cosa de tontos, pero no reírse de nada es de estúpidos”. No con menor aplomo, desde una lectura distinta  y con conciencia, además, del mayor efecto positivo que produce la suma  bondad más belleza, hace una apuesta  similar el chileno Pablo Neruda en el poema titulado “Tu risa” (de Los versos del Capitán), con estrofa final cantada como ejemplo: niégame el pan, el aire/ la luz, la primavera / pero tu risa nunca/, porque me moriría.

martes, 11 de septiembre de 2012

11-S, once años


Hoy es 11-S, once años después del ataque terrorista contra las Torres Gemelas (Nueva York) y El Pentágono (Washington). Punto. Aparte o seguido (da igual), y sin que la mirada atrás pueda significar la conversión en estatua de sal, como le ocurriera  a la mujer de Lot, el color del incendio de aquel pasado, lejos de cualquier evocación poética, guarda a todas luces con el presente la intensidad de su sombra. A la distancia, ya suficiente, que separa la citada fecha con la actual, procede tal vez remitirnos, siquiera para asentar unas mínimas bases argumentales. O la posibilidad también de una  serena reflexión.
            Y es que poco o nada ha cambiado en esencia  la situación mundial con respecto a la de entonces, con una progresiva (agresiva, igualmente) escisión entre países ricos y pobres y sin que los dineros de los primeros hayan acudido jamás con generosidad al “rescate” de los segundos. En consecuencia, los especuladores siguen campando a sus anchas por los terrenos que les son literalmente propios y que, por experiencia, manipulan y explotan como nadie. Y es cierto que la historia general, apegada a la de sus protagonistas, está sujeta a procesos de aceleración, aunque no al extremado ritmo que los menos tratan de imprimirle a los más, con los desajustes correspondientes y que asimismo saltan a la vista, África o buena parte de Asia como ejemplos. En la radical preeminencia de un reducido número de países (con Estados Unidos a la cabeza), cabe, pues, la  explicación (¡nunca la justificación!) del fenómeno terrorista y de sus execrables hechos.
            Conclusión parcial: el 11-S, tras el cual vinieron el 11-M y otros atentados y siglas de idénticas magnitudes (la invulnerabilidad no existe), acaso pueda (o deba) servir para que se ponga remedio a una de más graves enfermedades que la sociedad padece: el  miedo (con o sin Bin Laden) .
            Y total: la solución del problema es responsabilidad ineludible de quienes disponen del pan y la palabra. No obstante, naciones, pueblos y personas tendrían que  asumir que se es grande no porque los demás resulten innecesarios; al revés: en la humildad y la solidaridad se encuentran las razones del verdadero liderazgo.  
           

martes, 4 de septiembre de 2012

En septiembre


Ya estamos en septiembre, el mes de la primavera al revés (crecen las noches, menguan los días), de las eras vacías, de las cosechas recogidas; tan arbitrario en su comportamiento (o seca las fuentes o se lleva los puentes) como festero; tan de vistosos y ricos frutos (uvas, naranjas manzanas...) como de los estigmatizados negativamente, la calabaza, por ejemplo, de significaciones, acaso, que no requieren explicación. Mes, por otra parte, de honda carga romántica (“cuando llegue septiembre, todo será maravilloso”) para la música, el cine, la literatura. Una joya, pues, este tiempo de creación y creadores, de menor consideración y nota (¡lógico!), entre los estudiantes, según a partir de ahora toca de nuevo “clavar los codos”; e inquietante, por supuesto, para los políticos, a quienes por mor de aquellas, esas y estas actuaciones y medidas heladoras se les promete, ya en junio, un otoño caliente. Al hilo de esto último, preocupa bastante, por encima de lo que quiera representar el esperado y habitual  veranillo de San Miguel y porque la cosa no va precisamente de intervenciones arcangélicas, qué altas temperaturas pudieran registrar en adelante los termómetros de la calle y de las  institucionales oficiales, conforme los programas editados y las proclamas emitidas por doquier. Temblor da pensarlo (sin entrar en las razones y sinrazones que, en estas coyunturas, suelen entrecruzarse y de las que, sin distingos de partidos y sindicatos, se aprovechan), escalofrío a la postre  ante lo único claro y evidente para la gente sencilla, para el pueblo: el cíclico recorte de la luz natural (que se acepta como grata ley) y el casi impagable e injusto precio (pese a su legalidad) de la artificial, asociado también al que figura en los restantes y diversos productos y etiquetas del mercado. Nada que ver, y tampoco hace falta demostración, con septiembre, que antes fue séptimo (calendario romano) y noveno después (calendario gregoriano), sin que jamás llegara a perder sus encantos y excelencias. Ni parecida dicha estabilidad con los desequilibrios de la España actual, ayer, de Champions, contando en Europa y en el mundo; hoy, en posiciones de descenso. Ello, sin embargo, sin que aquí, en septiembre u otro mes, cante nadie “échame a mí la culpa de lo que pasa…”