martes, 27 de noviembre de 2012

El Maestro



Aulas, pupitres, mesas, globo terráqueo, mapas…Y, sobre todo, escolares. Y ante todo, la figura del maestro, que ya no es el “anciano mal vestido, enjuto y seco”, del Recuerdo infantil de Antonio Machado, como tampoco, al eco del mismo poema, hace cantar a sus alumnos aquello de “mil veces ciento, cien mil; / mil veces mil, un millón”, porque su voz es otra, igual que son distintos los métodos pedagógicos utilizados y los recursos correspondientes. Cosas de la evolución, momentos históricos que vinieron a traernos desde el referido pasado hasta este hoy en el cual converge y que está repleto (se supone) de argumentos actualizados para explicar y entender el mundo: la vida y el color de cada reino; la prosa y el verso en las disciplinas, o la pasión, siempre primordial para apetecer, descubrir y ganar los días.
            Contemporaneidad, en suma, por la que los sistemas educativos, en general, apuntan de modo diferente –cierto- hacia la consecución de las competencias básicas necesarias y relacionadas con la comunicación lingüística, el razonamiento matemático, la interacción con el medio físico y natural, las nuevas tecnologías, la formación cívica, los valores culturales y artísticos, las actitudes para continuar aprendiendo y la autonomía e iniciativa personal, pero –muy importante- sin que, apreciando tal conjunto, de ninguna manera o circunstancia  se le reste valor (ocurre con frecuencia y así desluce) al sentido profundo o a la labor nunca vacilante del maestro, cuyo significado proviene del término latino magister, derivado de magis, que significa más. No se olvide.
            En una sociedad aquejada, según es fácil ver, de sombras crecientes por su complejidad y difíciles de aclarar, la figura del maestro encuentra, si cabe, mayor fundamento. Y no porque continúe vigente su capacidad para orientar el futuro, sino también por la alta rentabilidad la propia docencia ofrece. “Educad a los niños –decía Pitágoras- y no será preciso castigar a los hombres”. O desde esta fuerte pero válida  rotundidad: “Si usted cree que la educación es cara, pruebe con la ignorancia (Derek Bok).” Dicho queda.           

martes, 20 de noviembre de 2012

De Baeza y Huelva



Que no exista música alguna producida por instrumentos comparable a la que resulta de las voces de los hombres (Willians Byrd), es tan verdadero como aquello que a su paso ofrece siempre cada día. Doble y acentuada realidad a poco que haya predisposición y correspondencia desde “la voz a ti debida” propia hacia la ajena y sus hechos. Fue con seguridad lo que ocurrió en Baeza, una semana atrás, a media tarde, y cuando sensibles a la armonía de los nombres, los grupos de la citada ciudad jiennense y de Huelva se dieron la mano, el pan y la palabra hasta hacer reducir más y más la distancia física que la geografía señala entre una provincia y otra. Emotivo, un regalo. O la prueba fehaciente de lo mucho que el “yo, aquí, ahora” es capaz de conseguir y no por la sola conciencia de la materia que nos constituye (¡qué a gusto gira el mundo entonces!), sino esencialmente por poderla compartir con absoluta libertad con quienes queremos. Encuentra de este modo explicación la improvisada tertulia en el sencillo restaurante Da Vinci (frente al ayuntamiento local), la luz con el tiempo dentro también, y que todavía alumbra según la claridad es un don derivado de la honradez humana. La que demostraron tener los jóvenes de Baeza sobre sus interpretaciones clásicas y populares, ya en recuerdo de Haendel (El Mesías), ya de Antonio Machado (Cantares), por destacar detalles del repertorio seleccionado, y para la atenta representación de Huelva. Un lujo.
            Pero acaso dicha reunión no fuera casual; ni tampoco parte de un sueño, que aun siendo como somos hay llamadas con eco muy superior al del vacío: soles por encima de cualquier noche; partituras revelando de continuo la grandeza de la vida. Como supieron poner de manifiesto los aludidos componentes de la Coral Polifónica de Baeza, cuyos acordes nunca dejarán de sonar. Allí, en Huelva o donde se precise. Procuraron el texto alado y lo tienen; la amistad y les fue entregada. Que así sea, de unos a otros, y en todos los aconteceres cotidianos.

martes, 13 de noviembre de 2012

En tierra extraña



Muchos jóvenes españoles están allá. Esta vez, los mejores, los más cualificados conforme a la formación individual que adquirieron, los imprescindibles ahora y siempre y para que el país propio, en un derecho que le asiste, pueda fortalecer sus estructuras, las económicas y las otras. Y de esta suerte, salir adelante. Refuerza además dicha necesidad la misma concepción de la justicia. Ya  sea porque “cada ser humano pertenece a unos espacios.” (M.A.Vázquez Medel: La urdimbre y la trama, 2005: 37), ya según el “emplazado”, con conciencia de sus lugares y tiempos, se sienta comprometido a dar igualmente respuesta adecuada a las mencionadas pertenencias. Visto en una gráfica, aquella relación biunívoca que se estudiaba en la escuela primaria. Fácil de trazar; también lógica, aunque hoy resulte imposible dibujarla  sobre el mapa de España, por culpa de tanto desacuerdo y desatino, qué pena.
         El caso es que,  cercanas las fiestas navideñas, nos tememos que el brindis ritual, seguramente sin el vino español de la copla y con inevitable suspiro, lo realice de nuevo gente nuestra en tierra extraña. Cosas que pasan, como en el conocido poema de José Larralde. O la prevalencia de todo lo impuesto bien sabemos por quiénes y desde cuándo, pero no hasta dónde, cuyos efectos tampoco se corresponden con la buena voluntad y capacidad de sacrificio que la población española, en general, está demostrando. Aun así, en ausencia incluso de señales positivas, y hasta con Mas por menos con tintes de mesías (¡qué descaro!), la idea ha de orientarse hacia el encuentro de lo grande recogido que ofrece la confianza. La individual y la colectiva. Y en actitud de renovado nacimiento. Será por este discurso que el cielo de la Unión Europea reconozca a la estrella española su condición Y en exacta medida. Son siglos de historia común, de experiencias compartidas. Nos debemos, pues, a una geografía física y temporal  labrada. Que los frutos, en consecuencia, se repartan con mejor fortuna. Y con los jóvenes dentro, en casa.

martes, 6 de noviembre de 2012

De película



The end. O Fin. Mas no abandonen, por favor, sus butacas, que estamos en sesión continua y acaso convenga rever el detalle, la secuencia e incluso la película toda. Con sumo interés también, recrearse en la banda sonora, pues a parecida altura están lo visual y lo acústico hacia aquella dimensión singular que representa el cine y que es – no lo olvidemos-, un mundo.
            El otoño, además, tras el cálido pero insidioso acompañamiento del verano, es una estación  propicia, sus ráfagas ahora orientadas adentro, de modo igual que cuerpo y espíritu, recién arropados, piden, necesitan este tiempo para acceder al interior de sí y de las cosas.
            En tal sentido, a tener muy en cuenta que el cine, posiblemente el arte más capaz de llegar con prontitud a la conciencia y a los sentimientos humanos, resulte ser alternativa válida, espacio siempre adecuado. Shakespeare (1564-1616), ya consideraba que “estamos hechos del mismo material que los sueños”, una verdad que la propia del cine registró luego, puso en evidencia.
            Huelva, pionera en la acogida al séptimo arte  (cinematógrafos Yoli -primero de su clase en España-. instalado en el Teatro Colón (1896); Édison, en el Círculo Mercantil (1898); Lumiere,  exhibido en 1900 en la calle Zafra), bien puede ahondar en lo dicho anteriormente. En noviembre con mayor justificación, si cabe. Porque en breve, con motivo de la celebración del Festival de Cine Iberoamericano (18-24 del actual), arribará de nuevo a la capital onubense aquel nutrido y acostumbrado elenco compuesto por productores, guionistas, directores, actores…, y con doble misión: ofrecer una cartelera diversa, procedente en esta ocasión de veintidós países (Argentina, España, Brasil y México, con mayor número de títulos  inscritos).Y compartir  protagonismo con el público, el cual, con 38 ediciones de su Festival contabilizadas, sabe lo que quiere. Importante: en el reparto (de pantalla y fuera de ella) queda a probar, sin exclusiones ni límites (contemplado en el precio de la entrada), el goce. Lo real, lo imaginado. Por esto la invitación es a permanecer en la sala ¡La vida es de película!