martes, 26 de junio de 2012

Juan Coronel


Primero, por su condición de profesor de autoescuela, me enseñó a conducir en carretera; después, desde su ética y compromiso, en la vida. Muchas más personas seguramente puedan decir igual que este observador. Ahora, como siempre, la actualidad de Juan Coronel, alcalde que fue de Bonares durante casi treinta años, nos llega a través de la presentación de una obra nueva, diferente, un libro, Economía Social. Una experiencia inolvidable (Ed. Fedeccon), título sentido y acertado, según en este autor la capacidad de entrega y el rigor se perfilaron, con el tiempo, como rasgos distintivos propios, santo y seña,  marca inequívoca.
            Por lo común, los lugares que compartieron con nosotros vivencias esenciales, suelen esperarnos, sin saberlo, y hasta la eternidad. En tal línea de pensamiento, es fácil considerar que Bonares, espacio nuclear, y también Huelva y Andalucía, estén con respecto a Juan Coronel en esa tesitura. Chorreantes, además, de agradecimiento. Normal. De igual modo, ya con el citado libro en las manos y conforme se hojean los diversos contenidos de sus páginas, se nos antoja asimismo oportuna aquella reflexión de Francisco Ayala (El escritor en su siglo), sobre la comprensión de la obra escrita: “si a la obra musical o pictórica tenemos acceso directo, la obra literaria no nos dirá nada a menos que conozcamos el idioma en que llega a nuestros ojos y oídos, y podamos entender el significado de las palabras y frases que la componen”. Por aplicación, a no olvidar pues, aquí, la posible dificultad que, en general, desprenda para la ciudadanía  el concepto de economía social. Sucede, en cambio, que aquello que la letra del libro explica fue antes materia vista y oída, leída en sumo por varias generaciones, realidad ejemplar de Bonares, Huelva y Andalucía, tan grande como ha sido en estos nombres la influencia del mencionado modelo económico, al que incluso la Organización de Naciones Unidad (ONU), reconoce como fórmula para la necesaria conjugación de desarrollo local y justicia social. Vía o empresa que Juan Coronel presintió y puso en marcha hace décadas. Hoy, el fruto es de todos. Pero el mérito, suyo.

miércoles, 20 de junio de 2012

Junio, un libro


Con junio, el verano. Y ahí está, como siempre, en sus dimensiones diversas, bajo la  promesa de ser largo y cálido (luego, ya veremos), y para rendir cuentas, en la  temporada que ahora se inicia, no sabemos si a una economía enredada en mensajes difíciles de interpretar e imposibles, casi, de resolver, o como sería deseable, a otras sintaxis menos complicadas y tediosas. En período, además, asociado al descanso,  la ofrecida, por ejemplo, por un buen libro, mejor cohesionada que la anterior, más centralizada y autónoma a un tiempo, con mayor capacidad de seducción, de adaptación, de resistencia incluso. A no dudar tampoco frente a la diferencia de abismos: negro, feo y terrible, aquel; fascinante y formativo, este. No, no hay color… Y es verdad que el rito lector, dentro de los procesos de cambio que se vienen produciendo en el mundo editorial, acaso vaya perdiendo encanto, según el tradicional formato-libro camina hacia un modelo alternativo, tanta biblioteca comprimida en un pantalla panorámica por la que acceder no solo a obras de autor, sino a  prestaciones añadidas e igualmente atractivas. Como sea, y para bien, es la época, su tributo, sus modos y exigencias, de manera que, en adelante, no dejen de reservar hueco, junto al teléfono móvil, para la “tablet pc”, en la bolsa de playa, campo o montaña,  Atrás, aunque no lejos, porque todavía es presente (¡que lo sea, por Dios, muchos años¡), el libro clásico reivindica literal y hondamente su papel y con razones que tal vez no necesiten demasiada explicación. Y es que su valor  ante la mirada y en las manos, con todo lo que supuso y supone el acto de leer (elección, inmersión, reflexión, textura, roce de páginas con los dedos, olor, gozo…), es incalculable, imprime carácter, creo. Por ello, y mientras compramos (o nos regalan) un “book+ mp5”, contemos para cada circunstancia con esa edición, de bolsillo o no, que nunca podrá defraudarnos. Este observador, en estos días primeros del verano, optó por la relectura de Junio, del cordobés Pablo García Baena. Una joya de la poesía española contemporánea. Hay más.     

martes, 12 de junio de 2012

Castro Crespo, en Moguer


Dos exposiciones de pintura, El Arte de la Fuga y Poética del Mal (acrílicos, dibujos y collages, en ambas muestras), del artista onubense Juan Carlos Castro Crespo, acoge en la actualidad Moguer, hasta el próximo 30 de junio, en el Teatro Felipe Godínez y en la Casa Museo Zenobia- Juan Ramón, respectivamente; dos espacios  culturales, los citados, de reconocido prestigio, en los cuales y ante la magnitud y hondura de todas y cada una de las obras de creación que Castro Crespo ahora ofrece, quizás sea más fácil captar que “la música sea la aritmética de los sonidos, como la óptica la geometría de la luz” (Debussy), de igual modo que también resulte comprensible que “los cuadros estén hechos para estar en lugares de meditación” (Pérez Villalta). Doble acierto, por tanto, aquí. Y pleno.
            El Arte de la Fuga es un homenaje a la música clásica desde la propia pintura y a partir de la representación ostentada por Bach, Beethoven, Mozart, Stravinski, Pau Casal, Rostropovich…Notas, en este caso, que son formas, colores, hasta hacer vibrar el alma; cuadros que componen, en sus individualidades, sinfonías diversas. En definitiva, la  traducción de las emociones humanas en “gracia que se vuela” (Alberti), qué importa si a través de la vista o el oído.
            El destino próximo de esta exposición es la sede del Instituto Cervantes, en Lisboa.    
            Poética del Mal marca una línea de reflexión distinta, acorde con aquel pensamiento de Umbral tendente a convertir la pintura en la gran pizarra de la historia, esta vez cariacontecida por problemas tan recientes tales son las asfixias sociales, las especulaciones financieras; el día a día, en resta y sigue; los pasos y pesos capitales, más que pecados, obligados por unos pocos contra voluntad de muchos: la realidad, en suma, del mundo. A recordar, sin embargo, con Balzac, que la misión del arte no es imitar la naturaleza, sino expresarla, lo que Castro Crespo hace siempre desde su inquietud y creatividad hacia la perfección, vía trabajo-disciplina.-orden. Y en “horas de dos horas”, como las del Andaluz Universal. Muy meritorio. Obra con mayúsculas, asimismo.     

martes, 5 de junio de 2012

Sueño de humo, de María Domínguez



            María Domínguez ha vuelto a escribir poemas, Sueño de humo, esta vez, que llenan las páginas de la publicación recién presentada en la Feria de Libro de Huelva, cuyo aroma alcanza también las líneas de este artículo. Normal. Lo propio, además, en una escritora docente, con una relevante obra literaria hecha a pie de experiencia y de aula, y con conciencia de la importancia que siempre tuvo integrar el aspecto emocional en la educación, y en todos y cada uno de sus tramos. La misma intencionalidad de la dedicatoria, (“A  los que abran este libro con la ilusión de encontrar nuevos caminos que les conduzcan hacia mundos llenos de sensibilidad, paz…. A los que encuentran en el amor la felicidad, incluso en los momentos difíciles. A quienes han pintado alguna vez la luna de azul y miran la estela de un avión como si pudiera llevarla al lado de la persona amada. A quienes alguna vez han soñado y piensan que los sueños siempre pueden hacerse realidad”), da señales  inequívocas del perfil de la citada autora, al tiempo que igualmente apunta hacia aquel profundo sentido ético sobre el que se posiciona a diario y mediante el cual incide en la realidad que la circunda, imprimiéndole a esta última esa necesidad de cambio tantas ocasiones proclamada. Con dicho compromiso de vida, fácil es, así,  comprender que María Domínguez sienta con Gabriel Celaya miedo de ser poeta; miedo del lamento que exhala cuanto existe, miedo de decir alto lo que se silencia”, pero que, todavía con más hondos argumentos, continúe creyendo en las opciones que ofrece  la responsabilidad y la palabra.
         Desde otro punto de observación, y porque en la actitud lectora vaya de manera implícita el futuro de lo humano, no sólo Sueño de humo es publicación que conviene tener a la vista. Con ella, dieciocho títulos más de María Domínguez (Mis primeros poemas, Paseando por los puentes de Mádison, Ranas rojas y verdes, El escarabajo que se confundía con el asfalto y decidió seguir la línea amarilla, La lluvia mágica…, entre otros libros publicados) permiten ahondar más, si cabe, en significado originario de “leer” (del latín “legere”: juntar, recoger).Una buena cosecha, aquí. Y cercana.