sábado, 29 de diciembre de 2012

Año nuevo, vida vieja



Beben y beben y vuelven a beber. E igual con la comida. Y en menos que canta un gallo, un pavo, o lo que sea con tal de no desaprovechar un segundo, un movimiento que combine la acción de tragar con el ejercicio del brazo, de la mano, que posibilitan esa gimnasia única en las noches que ahora transcurren -de lo bueno a lo nuevo-, entre el engullido de canapés solitarios de cenas anteriores y fuentes intactas de caña de lomo que también quedaron pendientes. Esto, sin menosprecio de lo que asimismo compone y completa, en las fechas que rigen, el relieve de la mesa: una sopa de pescado, un pastel de salmón o de cabracho, los langostinos y  gambas que siempre sabrán a poco, el oportuno redondo de carne, los correspondientes sorbetes de limón, la macedonia de frutas y las cuatro o cinco tartas de elaboración casera con recetas de la  abuela o de la thermomix. Ahí es nada. Para reventar. Y tan  felices. Ellos y ellas. Crueldad de cuerpos para apetitos amenazantes. La gula, en definitiva, que es palabra muy traicionera, a la cabeza de la clasificación de los pecados capitales; pero no importa, pues para eso vendrán luego el trabajo del endocrino y la prestancia de las marchas a paso rápido y de la bicicleta fija, las cuales  harán lo posible para devolvernos  la figura de los efebos o  sílfides que somos o nos creemos, dentro de la amplia gama de la tipología nacional masculina y femenina. Y, por supuesto, ni hablar de otra solución alternativa, porque   dicho rescate supone mentar la bicha de la crisis y además suele producir gravosos efectos secundarios que afectan al corazón, la víscera principal que, por ejemplo, los egipcios, con conocimiento de causa, dejaban en el interior de la momia como centro necesario al cuerpo para vivir la eternidad. Y de llegar hasta la citada se trata, no se olvide. Detalle importante y recomendable, por cierto -todavía el mantel por retirar-, es probar el trozo de tarde humedecida o las diversas emociones que habitualmente se sirven – y comparten-, al vuelo de un cálido ambiente familiar, visión entonces más relativa de los propios manjares y del mundo. Lo verdadero. Y gustoso.


martes, 18 de diciembre de 2012

Los Reyes, de Huelva



No ha descubierto nada Benedicto XVI en El nacimiento de Jesús, su reciente libro, al señalar Tartessos como posible lugar de procedencia de los Magos que acudieron a Belén para adorar al Niñodiós. De hecho, y sobre las mismas referencias tomadas de la         Biblia por el Papa (Isaías, 60, 9: “Sí, los barcos para mí se congregan, y al frente de ellos, los navíos de Tarsis, para traer de lejos a tus hijos, con su plata y su oro…”; Salmos 72,10: “los reyes de Tarsis y las islas le traerán presentes…”), se llegó a escribir, años atrás y con igual sentido, en la prensa onubense, según nos consta. Lo que ni resta actualidad ni tampoco reduce el valor de las consideraciones del sumo pontífice; todo lo contrario: viene muy bien ahora que acerca de Tartessos (reino ubicado para la mayoría de los historiadores en el triángulo que forman las provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz), una voz  reconocida y autorizada como la del Papa se exprese en los términos que lo hace. De entrada,  ya ha logrado publicitar de la mejor manera y en todo el mundo los nombres de las tres provincias mencionadas, una realidad difícil de conseguir con medios ordinarios. Menos baladí, pues, cualquier otro solvente calificativo, en grado acorde a las excelencias de una geografía, la cual, de nacimiento también, cuenta en sus entrañas físicas y espirituales con oro, incienso y mirra que ofrecer como entonces. Al hilo, además, de los acontecimientos religiosos que en estas líneas y fechas se recuerdan, pensar que Huelva, Sevilla y Cádiz  tuvieran acceso a una audiencia del calibre que se le atribuye es creer con criterio que aquí  se esté llamando desde hace siglos, acaso en sintonía con el Portal y con las intenciones más dignas y rentables. En Navidad, por tanto, y siempre, apuesta obligada ha de ser preparar las respuestas adecuadas, disponer de las estructuras precisas, ofertar, porque cabe, lo de la tierra y el cielo  No actuar de este modo - ¡una pena!-, seguramente limite y conduzca el calendario futuro solo al Día de los Inocentes.          

martes, 11 de diciembre de 2012

Ángeles Márquez




            Sus viajes, en Navidad, a La Moncloa y Francia con “Alegría”, el coro de música popular que fundara y al que pertenece, o la creación en Santa Olalla del Cala  (pueblo natal y de residencia), del Museo de Artes y Costumbres, junto a las Memorias de una andaluza en el mundo rural, son únicamente gestos, detalles, flecos de un amplio y hondo proyecto personal, el cual, puesto en observación – y merece la pena contemplarlo-, se corresponde sin duda con el de una mujer pertrechada para el siglo actual, de acuerdo con la relación que ella misma establece entre obra y vida, ser humano y naturaleza. En suma, una simultaneidad y engarce de fuerzas, de compromisos sociales y culturales sin otra deseada solución que la buscada por nuestra protagonista: un modelo de convivencia en el que, aun aceptando el relativismo de lo bueno y lo malo, cualquier fórmula de progreso encuentre fundamento en la generosidad y el respeto de las libertades individuales y colectivas. Lo exterior, por tanto, lo es o debe ser siempre para Ángeles Márquez por su vinculación a lo interior, espacio de silencio que es para sí refugio de sufrimientos y esperanzas, pero también, y en consecuencia, taller donde fabricar a diario las estructuras que le permiten plantear con tanta seguridad y aplomo esas ilusiones y respuestas (más dulces ambas que sus propios pestiños), ofrecidas como realidades nunca utópicas. Y necesarias.
            Configuran, pues, de algún modo el texto y el contexto de Angelita (nombre familiar), un contemporáneo perfil de identidad femenina sito en (no ante) los tiempos que corren, ángel polifacético por fortuna muy distante y distinto de aquel con mensaje ya sobrevolado y sin misterio, que obligó a la mujer, durante milenios, a la supeditación física y emocional de hombres e hijos,  tal como se entendía y aceptaba que dicha relegación formaba parte de su condición natural. Nada que ver con las nuevas anunciadas por la enviada de referencia. No exentas, ciertamente, de dificultades. Aunque de lectura clara y plena. Como lo es Angelita: sin edad.

martes, 4 de diciembre de 2012

En diciembre, helados.



Es comentario de hace días en una tertulia de café: La crisis actual tiene mucho de psicológica…Y acaso disponga de fundamento tal aserto, con justificación  asociada a la enorme influencia de la situación económico-social, la cual conduce de manera inevitable al rastreo de las interpretaciones más diversas, siendo además  preciso que cada ser humano, como decía Francisco Ayala, “necesite poseer una comprensión de su ambiente histórico…Conocer nuestro mundo especialmente caótico para no sentirnos en él ni desconcertados, ni perjudicados, ni abrumados por la magnitud y la complejidad de sus dificultades ni abandonados y flotando a la deriva como náufragos”. Incuestionable visión –pienso-, y válida igual para los tertulianos de referencia que para quienes, por ejemplo, hacen colas casi kilométricas ante las puertas de populares administraciones de lotería, sin olvidar tampoco el espacio que la citada reflexión debiera ocupar también en las carteras de presidentes, ministros, consejeros y restantes cargos públicos y privados que, a diario, tienen la obligación de dirigir con eficacia este país, algo o bastante  echado en falta.
            Porque, en general, la ciudadanía cree que para todas las crisis haya salidas. Otro asunto es, sin embargo, que se dude acerca de cuándo, cómo y con cuáles recetas adecuadas resolverlas según y conforme cada caso, casa, pueblo o nación. Siempre con los mayores soportes (los psicológicos entre los posibles), que puedan activarse; sobre avances cualitativos y cuantitativos justos por naturales en la evolución humana. E inexcusable  convencimiento de causa. Aquí y en Pekín. Lo contrario ya se ve a qué estados límites, encrucijadas e incertidumbres está llevando. Demasiado desasosiego, en suma: una carga particular y colectiva no merecida y difícil de sostener. Tal vez la Educación (que incluye en sus planes a la propia psicología), esté reclamando ahora más que nunca el rol  que le corresponde en la interpretación del mundo, “los niños de casero” al lado de los del banquero, sin apenas diferencias. Y ninguno ni nadie con las manos arrecidas…Este diciembre o cualquier mes.