Beben y beben y vuelven a beber.
E igual con la comida. Y en menos que canta un gallo, un pavo, o lo que sea con
tal de no desaprovechar un segundo, un movimiento que combine la acción de
tragar con el ejercicio del brazo, de la mano, que posibilitan esa gimnasia
única en las noches que ahora transcurren -de lo bueno a lo nuevo-, entre el
engullido de canapés solitarios de cenas anteriores y fuentes intactas de caña
de lomo que también quedaron pendientes. Esto, sin menosprecio de lo que asimismo
compone y completa, en las fechas que rigen, el relieve de la mesa: una sopa de
pescado, un pastel de salmón o de cabracho, los langostinos y gambas que siempre sabrán a poco, el oportuno
redondo de carne, los correspondientes sorbetes de limón, la macedonia de
frutas y las cuatro o cinco tartas de elaboración casera con recetas de la abuela o de la thermomix. Ahí es nada. Para
reventar. Y tan felices. Ellos y ellas.
Crueldad de cuerpos para apetitos amenazantes. La gula, en definitiva, que es
palabra muy traicionera, a la cabeza de la clasificación de los pecados
capitales; pero no importa, pues para eso vendrán luego el trabajo del
endocrino y la prestancia de las marchas a paso rápido y de la bicicleta fija,
las cuales harán lo posible para
devolvernos la figura de los efebos
o sílfides que somos o nos creemos,
dentro de la amplia gama de la tipología nacional masculina y femenina. Y, por
supuesto, ni hablar de otra solución alternativa, porque dicho rescate supone mentar la bicha de la
crisis y además suele producir gravosos efectos secundarios que afectan al
corazón, la víscera principal que, por ejemplo, los egipcios, con conocimiento
de causa, dejaban en el interior de la momia como centro necesario al cuerpo
para vivir la eternidad. Y de llegar hasta la citada se trata, no se olvide.
Detalle importante y recomendable, por cierto -todavía el mantel por retirar-,
es probar el trozo de tarde humedecida o las diversas emociones que
habitualmente se sirven – y comparten-, al vuelo de un cálido ambiente
familiar, visión entonces más relativa de los propios manjares y del mundo. Lo
verdadero. Y gustoso.
sábado, 29 de diciembre de 2012
martes, 18 de diciembre de 2012
Los Reyes, de Huelva
No ha descubierto nada Benedicto XVI en El nacimiento de Jesús, su reciente libro, al señalar Tartessos como posible lugar de procedencia de los
Magos que acudieron a Belén para adorar al Niñodiós. De hecho, y sobre las mismas
referencias tomadas de la Biblia por el Papa (Isaías, 60, 9: “Sí, los barcos para mí se congregan, y al frente de
ellos, los navíos de Tarsis, para traer de lejos a tus hijos, con su plata y su
oro…”; Salmos 72,10: “los reyes de Tarsis y las islas le traerán presentes…”),
se llegó a escribir, años atrás y con igual sentido, en la prensa onubense,
según nos consta. Lo que ni resta actualidad ni tampoco reduce el valor de las
consideraciones del sumo pontífice; todo lo contrario: viene muy bien ahora que
acerca de Tartessos (reino ubicado para la mayoría de los historiadores en el
triángulo que forman las provincias de Huelva, Sevilla y Cádiz), una voz reconocida y autorizada como la del Papa se
exprese en los términos que lo hace. De entrada, ya ha logrado publicitar de la mejor manera y
en todo el mundo los nombres de las tres provincias mencionadas, una realidad
difícil de conseguir con medios ordinarios. Menos baladí, pues, cualquier otro
solvente calificativo, en grado acorde a las excelencias de una geografía, la
cual, de nacimiento también, cuenta en sus entrañas físicas y espirituales con
oro, incienso y mirra que ofrecer como entonces. Al hilo, además, de los
acontecimientos religiosos que en estas líneas y fechas se recuerdan, pensar
que Huelva, Sevilla y Cádiz tuvieran
acceso a una audiencia del calibre que se le atribuye es creer con criterio que
aquí se esté llamando desde hace siglos,
acaso en sintonía con el Portal y con las intenciones más dignas y rentables. En
Navidad, por tanto, y siempre, apuesta obligada ha de ser preparar las respuestas
adecuadas, disponer de las estructuras precisas, ofertar, porque cabe, lo de la
tierra y el cielo No actuar de este modo
- ¡una pena!-, seguramente limite y conduzca el calendario futuro solo al Día
de los Inocentes.
martes, 11 de diciembre de 2012
Ángeles Márquez
Sus
viajes, en Navidad, a La
Moncloa y Francia con “Alegría”, el coro de música popular que
fundara y al que pertenece, o la creación en Santa Olalla del Cala (pueblo natal y de residencia), del Museo de
Artes y Costumbres, junto a las Memorias
de una andaluza en el mundo rural, son únicamente gestos, detalles, flecos de
un amplio y hondo proyecto personal, el cual, puesto en observación – y merece
la pena contemplarlo-, se corresponde sin duda con el de una mujer pertrechada
para el siglo actual, de acuerdo con la relación que ella misma establece entre
obra y vida, ser humano y naturaleza. En suma, una simultaneidad y engarce de
fuerzas, de compromisos sociales y culturales sin otra deseada solución que la
buscada por nuestra protagonista: un modelo de convivencia en el que, aun
aceptando el relativismo de lo bueno y lo malo, cualquier fórmula de progreso encuentre
fundamento en la generosidad y el respeto de las libertades individuales y
colectivas. Lo exterior, por tanto, lo es o debe ser siempre para Ángeles Márquez por su vinculación a lo
interior, espacio de silencio que es para sí refugio de sufrimientos y
esperanzas, pero también, y en consecuencia, taller donde fabricar a diario las
estructuras que le permiten plantear con tanta seguridad y aplomo esas
ilusiones y respuestas (más dulces ambas que sus propios pestiños), ofrecidas como
realidades nunca utópicas. Y necesarias.
Configuran,
pues, de algún modo el texto y el contexto de Angelita (nombre familiar), un contemporáneo perfil de identidad
femenina sito en (no ante) los tiempos que corren, ángel polifacético por fortuna
muy distante y distinto de aquel con mensaje ya sobrevolado y sin misterio, que
obligó a la mujer, durante milenios, a la supeditación física y emocional de
hombres e hijos, tal como se entendía y
aceptaba que dicha relegación formaba parte de su condición natural. Nada que
ver con las nuevas anunciadas por la enviada de referencia. No exentas,
ciertamente, de dificultades. Aunque de lectura clara y plena. Como lo es Angelita:
sin edad.
martes, 4 de diciembre de 2012
En diciembre, helados.
Es comentario de hace días en una
tertulia de café: La crisis actual tiene
mucho de psicológica…Y acaso disponga de fundamento tal aserto, con
justificación asociada a la enorme
influencia de la situación económico-social, la cual conduce de manera
inevitable al rastreo de las interpretaciones más diversas, siendo además preciso que cada ser humano, como decía Francisco Ayala, “necesite poseer una comprensión de su ambiente
histórico…Conocer nuestro mundo especialmente caótico para no sentirnos en él
ni desconcertados, ni perjudicados, ni abrumados por la magnitud y la
complejidad de sus dificultades ni abandonados y flotando a la deriva como
náufragos”. Incuestionable visión –pienso-, y válida igual para los tertulianos
de referencia que para quienes, por ejemplo, hacen colas casi kilométricas ante
las puertas de populares administraciones de lotería, sin olvidar tampoco el
espacio que la citada reflexión debiera ocupar también en las carteras de
presidentes, ministros, consejeros y restantes cargos públicos y privados que,
a diario, tienen la obligación de dirigir con eficacia este país, algo o
bastante echado en falta.
Porque,
en general, la ciudadanía cree que para todas las crisis haya salidas. Otro
asunto es, sin embargo, que se dude acerca de cuándo, cómo y con cuáles recetas
adecuadas resolverlas según y conforme cada caso, casa, pueblo o nación. Siempre
con los mayores soportes (los psicológicos entre los posibles), que puedan
activarse; sobre avances cualitativos y cuantitativos justos por naturales en
la evolución humana. E inexcusable convencimiento
de causa. Aquí y en Pekín. Lo contrario ya se ve a qué estados límites,
encrucijadas e incertidumbres está llevando. Demasiado desasosiego, en suma:
una carga particular y colectiva no merecida y difícil de sostener. Tal vez la Educación (que incluye
en sus planes a la propia psicología), esté reclamando ahora más que nunca el
rol que le corresponde en la
interpretación del mundo, “los niños de casero” al lado de los del banquero,
sin apenas diferencias. Y ninguno ni nadie con las manos arrecidas…Este
diciembre o cualquier mes.
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